Las rabietas son fuertes explosiones de genio de los/as niños/as pequeños/as, consistentes por lo general en: llorar, gritar, tirarse al suelo, no hacer caso a ningún tipo de razonamiento, dar puñetazos y puntapiés a los objetos, golpearse la cabeza contra el suelo o la pared, etc.
Son más frecuentes en los primeros cuatro años de vida, especialmente en “los terribles 2 años”. Remiten con la edad, por lo que a medida que el niño/a crece es menos probable que ocurran. No obstante, la frecuencia de las rabietas depende tanto del temperamento (hay niños/as más tranquilos/as que las hacen de tarde en tarde, mientras que otros/as las sufren repetidamente) como de la manera en que la persona adulta las enfrenta (si el niño/a se sale con la suya con las rabietas, estas se harán más frecuentes).
Si las rabietas se tratan adecuadamente durante los primeros años de vida desaparecerán sin mayor problema (aunque habrá que gastar dosis elevadas de paciencia). Si no se abordan bien en su momento, nos encontraremos con niños/as mayores de 6 o 7 años que las seguirán utilizando para conseguir sus propósitos. Por su parte, las personas adultas pueden sufrir también explosiones de mal genio que recuerdan a las rabietas de los pequeños (por ejemplo, cuando se pierde el control ante un atasco de tráfico, o cuando algo no sale bien en casa…), esto claramente está enseñando a los/as niños/as cómo sus papás y mamás resuelven los problemas y consiguen lo que quieren.
¿Debería preocuparme que mi hijo/a tenga rabietas?
Las rabietas son un fenómeno evolutivo normal. De hecho, su aparición indica un mayor nivel de madurez, en cuanto el niño/niña se siente más independiente, por lo que quiere hacer las cosas cómo y cuándo le da la gana y es capaz de plantar resistencia a las normas de las personas adultas. Pero a la vez que indican aumento de la independencia y sentido de la individualidad del menor, se trata de comportamientos que hay que ayudarles a superar, ya que su permanencia en el tiempo indica la presencia de un comportamiento inmaduro y un método inadecuado de conseguir las cosas o de evitar las normas. En definitiva, que se mantenga en el tiempo al final será un problema que se verá reflejado en el desarrollo de la personalidad del menor y en su manera de relacionarse con el mundo.
La aparición de las rabietas no debe preocupar a los padres/madres y su manifestación no tiene nada que ver con lo bien o mal que estén educando al niño/a. Sin embargo, sí deben poner toda su energía en tratarlas adecuadamente, porque cómo se resuelvan sí depende del estilo educativo de los progenitores.
¿Cuáles son las causas?
La mayoría de las rabietas ocurren por estas causas:
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El niño/a se frustra porque no se le deja controlar la situación (quiere salirse con la suya cuando pide algo y no se lo dan, no quiere irse a la cama cuando es la hora, etc.).
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A veces porque el niño/a está muy cansado/a o muy excitado/a después de mucha estimulación y le llegan a desbordar sus emociones.
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En otras ocasiones porque el propio niño/a se frustra cuando no consigue hacer algo, por ejemplo, montar una simple construcción o hacer bien los deberes.
El saber la causa de las rabietas es importante, sobre todo en niños/as muy pequeños/as. Si la rabieta se hace para conseguir algo o saltarse alguna norma hay que mostrarse especialmente firmes, porque si se cede lo único que se conseguiría es que se reproduzcan en el futuro. Otra cosa es cuando la rabieta está motivada por el cansancio o la frustración en la que se puede suavizar algo la situación o permitir ser más flexible para que acabe. También esto podría indicar la necesidad de reestructurar las rutinas y hábitos, para favorecer un mejor descanso y estado de salud emocional.
A medida que las rabietas se producen aumenta también el conocimiento de las personas adultas de los momentos y las situaciones en las que es más probable que ocurran, y pueden predecirse en muchos momentos, llegando a evitarse antes de que lleguen a suceder. Reconducirlas siempre es la mejor de las opciones.
Si sientes que las rabietas no cesan, que están alterando la rutina familiar y que tu hijo/a no sabe cómo gestionar sus emociones puedes contactar con Astarté Gabinete de Psicología para que podamos ayudarte.
Beatriz Hernández Pérez
Psicóloga colaboradora en Astarté Gabinete de Psicología