HAMBRE EMOCIONAL

¿POR QUÉ COMO SI NO TENGO HAMBRE?

Desde que somos pequeños/as nuestros padres y madres utilizan la comida como refuerzo (como premio cuando su hijo se porta bien), como castigo (cuando se chantajea con alguna comida que no le gusta o, se obliga a comer todo lo que hay en el plato, aunque el niño/a no tenga hambre). Inconscientemente, vamos desarrollando una relación insana con la comida y, la utilizamos para huir (de nuestras emociones, como forma de procrastinar…),o como método de afrontamiento a nuestros problemas.

Todo nuestro ambiente está ligado a la comida, ya sea por emociones positivas o negativas. Seguro que te suenan frases como “¡he conseguido el trabajo, compremos bombones para celebrarlo!”, “¡que cansada estoy, me merezco una pizza!” (…)

¿Cuántas veces te has refugiado en la comida para calmar el estrés, preocupación o ansiedad? Puede que en más de una ocasión hayas utilizado la comida como válvula de escape y como método de confort para aliviar la angustia que te ha generado una situación desagradable. Pero cuando esto se convierte en un hábito, y se depende totalmente de la comida como método de complacer las emociones, estamos ante un problema, lo que se conoce como “hambre emocional”.

¿A qué nos referimos con hambre emocional? Se trata básicamente de comer por comer. Los individuos comer obedeciendo una compulsión, sin hambre real, el cual nos avisa que el organismo necesita nutrientes que le proporcionen energía.

Para tratar de entender mejor este término es conveniente entender el significado de las emociones y su importancia en cada uno de nosotros y nosotras. La palabra “emoción” proviene del verbo latino movere, que significa “moverse”–“movimiento hacia”.
Las emociones son impulsos que nos llevan a la acción, un aviso de nuestro cuerpo que nos avisan que algo está sucediendo, bueno o malo. Sin embargo, las emociones no aparecen sin más, sino que se activan junto con ciertas creencias, pensamientos, cogniciones, que influyen en la forma en la que percibimos cada situación.

Y, dependiendo de todo este pack, actuaremos en consecuencia. Por tanto, las emociones son nuestro impulso, nos ayudan a reaccionar. Dependiendo si son positivas o negativas lo haremos de una forma u otra. Generalmente, cuando las emociones son positivas tendemos a buscar y realizar acciones que mantengan esa sensación; por el contrario, cuando son negativas buscamos acciones que nos liberen y compensen ese malestar.

El comer emocionalmente se produce sin una necesidad fisiológica, está guiado por las emociones. En muchas ocasiones este tipo de hambre puede darse de manera habitual, somos seres hedónicos y nos dejamos llevar por el placer de la comida. Pero esto no nos debe preocupar ya que son hechos aislados. El problema sucede cuando se utiliza la comida como única herramienta para gestionar nuestras emociones, que normalmente nos generan malestar.

¿Cómo diferenciamos el hambre real del hambre emocional?

Es necesario poder entender e identificar el hambre real (fisiológico) y hambre emocional para poder trabajar sobre ellas. A continuación, vamos a distinguirlas según varios aspectos:

  • ¿Qué finalidad tiene? El hambre físico, nos sirve para avisarnos de una necesidad fisiológica es decir sirve para satisfacer muéstrame real y nutrirnos. El hambre emocional nos alerta de que hay una emoción mal gestionada y de manera desadaptativa.
  • ¿Cómo aparece? El hambre física aparece lentamente de manera progresiva. Somos capaces de distinguir ese rugido característico que nos avisa de que quizás necesitamos comer. Además si pasamos mucho tiempo sin ingerir alimento, podemos notar consecuencias físicas como falta de energía o malestar. El hambre emocional aparece de golpe de manera repentina, no sientes ninguna señal o aviso por parte del cuerpo de que necesitas comida, es como un impulso y una necesidad hacia ciertos alimentos.
  • ¿Qué alimentos se asocian? En el hambre física no se siente la necesidad impetuosa hacia un alimento, no hay una exigencia de ingerir algo concreto. Alguna vez has dicho la frase tengo “tanta hambre que me comería cualquier cosa”. El hambre está por encima del alimento que puedas comer. En el hambre emocional pasa lo contrario, se siente una gran necesidad por un alimento en concreto. Es una fuerza mayor que te exige comer eso concretamente, se siente una fijación por unos alimentos en específico.
  • ¿Cómo es su saciedad? El hambre física se siente la sensación de saciedad. Una vez que sentimos que estamos llenos, somos capaces de parar de comer. En el hambre emocional parece que nunca te sientes saciado y es imposible de parar de comer por propia voluntad. En la mayoría de las ocasiones se para de comer tras una incómoda sensación de pesadez.
  • Consecuencias. El hambre física, una vez que es satisfecha sientes bienestar. Comer con el propósito de alimentarte y nutrirte, significa una actividad de autocuidado, en el que se escucha al cuerpo y le cuidas nutriéndolo y cuidándolo; y esto nos hace sentir bien. En el hambre emocional, por el contrario, al terminar de comer se siente placer momentáneamente, sin embargo, en cuestión de escasos minutos se genera un sentimiento enorme de culpabilidad y arrepentimiento. Estos sentimientos negativos potencian el malestar anterior y, se entra en un circulo vicioso.

Ahora que sabemos diferenciar el hambre emocional, ¿qué hago al respecto?Suena a tópico, pero lo primero es conocernos a nosotros/as mismos/as. Necesitamos escucharnos y tomar conciencia de lo que sentimos, y cómo actuamos en consecuencia. Nuestro cuerpo es sabio y nos manda señales cuando hay algo que esta fallando. Cuando no emprendemos un camino hacia el cambio y no tomamos conciencia, el cuerpo trata de “autorregularse” de la mejor forma posible, aunque no sea la más adaptativa y beneficiosa. Al igual que cuando nos duele la espalda, nos preguntamos ¿qué habré hecho?, ¿me he dado un golpe?… indagamos sobre la posible causa del dolor para ponerle solución. Sin embargo, con las emociones no hacemos lo mismo, simplemente actuamos automáticamente, sin indagar cuál es la causa, y por qué estoy actuando de esta manera. Directamente asaltamos el armario de los dulces, picoteamos entre horas, asaltamos la nevera de madrugada.

Saber identificar estas señales nos ayudan a poder trabajar sobre ellas, además de analizar aquellos aspectos que puedan estar causándolas. Identificar emociones y pensamientos que dan lugar a las acciones.  Como se ha comentado, el hambre está influenciada por nuestras emociones y su mala gestión. Además de las emociones, los pensamientos también tienen una importante función en todo esto. Ambos van de la mano: los pensamientos evocan emociones, y las emociones retroalimentan los pensamientos, es la pescadilla que se muerde de la cola.

Culpa.

La culpa es una emoción que genera gran malestar y angustia. Suele aparecer tras haber realizado algún acto que viola nuestra moral. La culpa es potenciada por ciertos pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos y que, inconscientemente retroalimentamos (pensamiento–emoción–conducta–pensamiento de culpabilidad).

Esta emoción daña y agota psicológicamente y es potenciada por pensamientos automáticos que, aparecen sin quererlo y no podemos eliminar. Para entenderlo mejor, si nos dicen que no pienses en un elefante rosa, automáticamente vamos a imaginarnos un elefante rosa. De hecho seguirás pensando en él, sin embargo, si lo aceptas y continuas con lo que estabas haciendo se irá apagando y dejará de tener importancia. Por tanto, no podemos hacer que los pensamientos automáticos aparezcan, pero sí que podemos trabajar con ellos para que se vayan apagando como el elefante rosa, y poco a poco vaya apaciguándose el malestar.

Es importante observar qué hay detrás de nuestras emociones y averiguar qué nos están queriendo comunicar. Estar triste no significa sentir tristeza y… ¡ya se pasará! Es conveniente hacer una pausa, tomar conciencia sobre lo que está sucediendo, desde la empatía y compasión y obtener un aprendizaje.

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